3/12/2009

Sasha





"Sasha"....










Sasha entró en la habitación.

Iba acompañada de dos policías, dos tipos altos y rubios. Se reían, comentaban el partido de ayer por la noche. Sasha casi ni les oía, le dolía el cuerpo, el vientre sobre todo, sentía calor en la cara, y en la boca un sabor dulzón.

El ojo se le hinchaba, apenas podía abrirlo, le lloraba. Los tipos altos y rubios se dirigieron a ella:

¡Espera aquí dentro!

La dejaron sola. Una habitación llena de papeles. Llevaba dos horas en comisaría dando datos y detalles de cómo había sucedido todo; detalles nauseabundos a varias personas, parecía como si no escucharan...

La sensación de abandono le atormentaba, no podía creer que después de contar lo sucedido, pudieran hablar de otras cosas. Alguien incluso esbozó una sonrisa; ¡le hubiera partido la cara!.

Se abrió la puerta, un tipo calvo y gris se le acercó; tuvo que revivir su historia de nuevo. Contar como su padrastro la había obligado a desnudarse para empezar a tocarle; no contento con eso le golpeó, la tiró al suelo, se puso encima...

No pudo continuar.

Sentía nauseas, se le aflojaban las piernas. Se acurrucó en la esquina de la habitación, los brazos cruzados por el vientre.

La mirada fija en los dibujos de la baldosa, la cara cada vez más hinchada. Notaba esa mirada fija taladrándole la cabeza, hurgando en su cerebro.

El tipo gris salió de la habitación. No le importó.

Una caricia en un brazo la sobresaltó, una mujer morena vestida de uniforme le ofreció una “pastilla” y un vaso de agua.

Le regaló una sonrisa, una mezcla de compasión y ternura. Sasha no pudo devolvérsela...

Juan Carlos Cardesín

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